viernes, 15 de agosto de 2014

peso y fricción

Me calzo el cuerpo al pisar la realidad. Como un traje apretado que impide el movimiento.
Al bajar las escaleras la piel rabia de soledad, como inútil, desaprovechada,
y aún sin sacudirse las sobras, todas esas sombras, la idea de,
corre a tocarla.
Pero siempre quiere volver a casa, colgarse en el armario
cansada de derrotas.

Dicen que así
se anquilosa la verdad
que hay que juntar cada sombra a su cosa porque el espejismo devora la carne viva.

Mis golpes de tiempo con tus segundos seguidos
son sexo sólido,
somos rato y pelo caliente
fogonazos que deshilachan el hilo rojo que trenzo a las cuatro paredes de mi habitación
Siempre cerrada, siempre a oscuras, siempre a tientas
en mi insignificancia de perchas sin abrigo
con un niño clavado en el sol.
que vino a decirnos anoche
que hizo gritar al silencio tumbado en la cama

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