viernes, 1 de agosto de 2014

andenes a media noche

La compañía deja la piel de cada segundo esperando en andenes a media noche, preguntándose por la hora, acordando las salidas y llegadas de las sombras bien tumbadas contra la resistencia del viento, contra el aburrimiento mal entendido.

¿Quién convive con los que se consumen en un punto, con los que exploran lo pequeño, con los que piden un paraíso quieto y silencioso?


La soledad se acompaña de horas-burbuja, de infranqueables estruendos, de la invisibilidad, del desliz poco precavido rompiendo la cáscara que teje la proteína que cubre, completo, el silencio al aparecer.

Cuenta el tiempo despacio, como amasando carne blanda que parimos en un cólico; como vaciando las horas de su densidad habitual, como extendiendo la realidad haciendo con Heráclito una masa fina que permanece tostada cubriendo la carne carbonizada, azabache..
Y abusa, permanece

Donde cada uno pintó su raya para separar el cielo y la arena. Allí, entre la cal y su playa. En la intersección donde raya la hipérbole los cruces sin trazar
Encerrados en el huevo, en el centro de la maraña, entre las hileras de cañas que tapan el río
de los que gritan hacia dentro.

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