El día después tiene pelos que tapan, que tupen, que trazan encrespados el camino de la lumbre. Pelos soñolientos, desubicados, pelos sueltos y más largos que el recuerdo recurrente; que huelen fuerte a lo soñado, a los altillos, al vacío descubierto, al nicho cóncavo recubierto de tu aliento, que retumba al despertar.
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